Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Capítulo XXXI


Que trata de la orden que el general Pedro de Valdivia dio para el combate de este fuerte

Llegado que fue el general a vista del fuerte de los indios y así como ellos vieron a los cristianos, comenzaron a dar gran grita como ellos acostumbran. Luego el general despachó al capitán Francisco de Aguirre con diez de a caballo, que fuese por la falda y ladera de la loma. También despachó al capitán Francisco de Villagran con otros diez de a caballo pasase un pequeño río y como pudiese fuese por la loma de los peñascos, y que caminasen hacia la cordillera nevada, hiciesen por juntarse y que en todas maneras entrasen, y que abajasen por el valle, que dos lomas hacía, porque él se quería apear con la demás gente y romper la trinchera que los indios tenían.

Despachados estos capitanes cada uno por su parte y avisados lo que habían de hacer, el general se apeó y se allegó más adelante, donde dio en un camino que los indios tenían muy limpio. Luego fueron recebidos de sus adversarios, comenzando a defenderse por las troneras y entrada del fuerte. Iba delante el general animándolos y diciéndoles palabras que los convidaban a tener animosos ánimos, embrazadas sus adargas, nombrando a alta voz al apóstol señor Santiago, patrón y socorredor de España y españoles donde quiera que estén. Con este esforzado apellido allegaron a las manos, donde con ánimo de valerosos españoles, hirieron tan denodadamente con presuroso denuedo que los indios no osaban esperar el ímpetu de los cristianos y huían por las espesuras de los más espesos montes.

En esta sazón venían los dos capitanes por lo llano del fuerte, y viendo los indios combatirse por dos partes y que si acometían a una parte, no tenían seguras las espaldas, desmayaron en tal manera que cada uno no entendía sino en buscar por donde escapar la vida, porque los españoles de a pie les daban por una parte e los de a caballo los acosaban por la otra.

Ganóse la principal plaza, y como el general era tan animoso, se adelantó y entró dentro de los indios. Y como le vieron solo entre ellos procuraba cada cual tomarle a manos, y el que allegaba dejaba la vida en sus manos. Esta batalla duraría hora y media, de suerte que viendo su ánimo anechilado y sus fuerzas desmenuidas, y que los combatían gentes que nunca habían visto ni peleado con ellas, procurando desmamparar el fuerte.

Y viendo Michimalongo sus indios muertos y desbaratados, salió a que los cristianos le viesen, desnudo en carnes, embijado y arrayado con tinta negra todo el rostro y cuerpo, porque así lo acostumbran ellos por ferocidad. Traía sus vergüenzas tapadas con una cobertura hecha de pluma. Traía su arco y flechas en las manos, diciendo:

"Inchi Michimalongo",

que quiere decir, yo soy Michimalongo. Y esto decía con grande ánimo.

Visto por los cristianos, fue preso por un español que se dice Rodrigo de Quirova, natural de Galicia. Y preso el Michimalongo, hizo una seña a su gente, que fue tirar una flecha en alto, la cual iba silbando, las cuales traen para este efecto. Cuando hace esta seña el señor o capitán es que no peleen más. E luego los indios sosegaron que no peleaban ni daban más grita. Los españoles llevaron a Michimalongo ante el general, y hubo miedo que le matase el general, temiendo las amenazas y blasfemias que le había enviado a decir. En esta fuerza y batalla se hallaron cuatro mil indios. Matáronse trescientos y cincuenta, y los indios nos mataron un español e hirieron veinte.